Entre las muchas y muy diversas influencias de otros maestros que confluyen en la obra de Picasso, la del Greco es quizás la más temprana y decisiva, ya que se inició a finales del siglo XIX, cuando el malagueño, casi adolescente, residía en Madrid. Estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, sabemos que Picasso pasó más tiempo en el Museo del Prado copiando a los grandes maestros que en la propia Academia. «¡Greco, Velázquez, inspirarme!» o «Yo, el Greco» se puede leer en dibujos de aquellos años de formación. Recuperado del olvido por los jóvenes vanguardistas de aquella época, el Greco, con su audaz desafío al canon de la tradición clásica, aportó las claves a Picasso para romper definitivamente con el arte del pasado y con los pilares de la representación tradicional.
El Greco acompañó a Picasso durante toda su trayectoria, pero su influencia fue especialmente crucial para el desarrollo del cubismo y, en particular, del cubismo analítico. En esta primera fase del cubismo, el tema se descompone en fragmentos geométricos que van acumulándose hasta crear una imagen. Picasso crea una ilusión de relieve y profundidad que se basa en el sombreado y en la que destaca la bidimensionalidad del lienzo; al mismo tiempo, recuerda al Greco en el aplanamiento de la perspectiva y el formato vertical, incluso en la pincelada, que evoca los «crueles borrones» –en palabras de Francisco Pacheco– del cretense.
ISBN: 978-84-8480-595-3